Por Laura Rocha
«Sentada en un sillón, en un cuarto minúsculo y mal iluminado del barrio Pocitos, mi madre repitió los mismos nombres, los mismos lugares, las mismas escenas. Durante una década, su psicóloga trató de llegar al centro de ella, pero, como si fuera una fruta, no pudo hacerlo sin romperla un poco» esta inquietante cita sobre el libro Debimos ser felices la postea Inés Noguieras en sus redes.
Rafaela Lahore estudió comunicación pensando ser fotógrafa, fue así que realizó su primer trabajo estudiantil documental sobre la Radio Vilardevoz Voces en el aire, un proceso hermoso que retoma en esta charla. En la actualidad trabaja como periodista, vive en Santiago de Chile y publicó Debimos ser felices, su primera novela.
Debimos ser felices explora una narrativa referencial, en donde la protagonista narra la historia de una familia, a partir de que encuentra una carta de suicidio de su madre, quién vive, De allí van surgiendo pequeños fragmentos como imágenes, que ilustran la vida de una familia, tres generaciones de mujeres: la abuela, oriunda del departamento de Rivera; la madre, que se fue a Montevideo, y la hija, en Santiago de Chile, desde donde trata de rearmar lo que ella cree fue su vida familiar.
La publicación de su libro en varios países de Latinoamérica y en España fue tan solo una excusa para este hermoso intercambio.
Después de escritos los fragmentos, pasajes e imágenes que narrás como acontecimiento en el libro, ¿encontrás qué te conocés mejor?
No podría asegurar que me conozco mejor ni tampoco que tengo más respuestas que antes de escribir la novela, pero sí que la escritura me sirvió para iluminar ciertos temas, para reconocerlos y transitar por ellos. Al publicarla me di cuenta de que muchos lectores se reflejaban en la historia que estaba contando y que era más universal de lo que yo creía.
¿Por dónde nos sugerís empezar a pensar en historias familiares?
Parte de mi proceso fue apropiarme de la historia que quería contar, afirmarme en mi punto de vista. Aunque incluía a otros, también era mi historia y ya por eso tenía derecho a contarla a mi manera. Para eso me sirvió escribir pensando que nadie la iba a leer, algo que, por otra parte, era bastante probable, porque yo nunca había publicado. Durante la edición siempre se puede borrar, lo importante es soltarse durante la escritura y desarrollar una mirada propia, con un estilo personal, sin tener miedo de estar traicionando lo que “verdaderamente pasó”. Al momento de armar un relato, nuestra interpretación es igual de valiosa que la realidad.
Algunas veces se `piensa que las historias contadas por mujeres pueden tener algo especial, diferente, ¿hay una mirada femenina que aporte desde a la escritura creativa de ficción y periodística a construir otro mundo posible?
En estos últimos años he leído muchas escritoras latinoamericanas, como Fernanda Melchor, Mónica Ojeda o María Fernanda Ampuero que tratan temas como la violencia y los abusos de una forma tremendamente dura y hermosa al mismo tiempo. También han aparecido varios libros donde se aborda la maternidad. Es bueno ver que hoy en día las escritoras pueden hablar de este tema, por ejemplo, sin ser consideradas como “literatura de segunda”.
Mencionaste particularmente un curso de escritura con Leila Guerriero. ¿Tomás cursos? ¿Tenés grupos de escritura? ¿Qué recomendás para perderle el miedo a la hoja en blanco y para generar avances en los proyectos creativos? ¿Cuáles son tus referentes? Aparece Onetti, Borges, ¿quiénes más?
En estos últimos años participé en varios talleres literarios. Es algo que apenas había hecho en Uruguay y que ahora siento bastante necesario. Diseccionar los textos con los demás los hace crecer. Conversar sobre lo que uno está trabajando vale mucho la pena, porque los comentarios lo van modificando, y además a mí me generan cierta presión positiva por seguir avanzando.
Con respecto a mis referentes, los principales son Idea Vilariño y Juan Carlos Onetti.
En un principio hiciste narración creativa en tu carrera de Comunicación, ¿qué pensabas de tu futuro cuando empezaste y ahora para dónde vas?
Creo que la literatura se tendría que parecer al cine: debería estar llena de imágenes. Por eso, estudiar audiovisual y dedicarme a escribir no me parecen caminos tan distintos. De hecho, a mí siempre me gustó mucho la fotografía. Me acuerdo que en tercer año de la carrera seleccionaron mi proyecto de documental y en vez de dirigirlo yo le cedí el puesto de dirección a otra compañera, porque a mí lo que más me interesaba era estar con la cámara. Supongo que todavía me sigue motivando eso: registrar escenas, personajes y atmósferas, solo que ahora me apoyo en las palabras.
Como bonus track les dejamos un link a el documental que hace referencia Rafaela https://liberi.ucu.edu.uy/xmlui/handle/10895/1187